Cuando las Mujeres Tienen Lujuria
(When Women Lust por Eowyn Stoddard, publicado originalmente en inglés en el blog TGC)
Todos sabemos que los hombres
luchan con el pecado de la lujuria. ¿Pero qué de las mujeres? Aunque
cada vez es más común escuchar de mujeres que luchan con el uso de la
pornografía, muchas mujeres aún parecen percibir que tienen la ventaja
sobre los hombres en el terreno moral. Tales comparaciones no ayudan
porque hombres y mujeres a menudo luchan de diferentes formas.
Cuando
una mujer hermosa entra a una sala o aparece en una pantalla o en una
publicidad, todos los ojos se clavan en ella. Mientras que los hombres
pueden pensar en sexo, una mujer puede estar pensando,
¿me pregunto qué se sentiría tener un cuerpo así? Los hombres quieren el
cuerpo, las mujeres quieren el
cuerpo.
Desean el cuerpo que atrae todas las miradas. la lujuria puede ser
tanto una fuerte sensación de deseo sexual, o un fuerte deseo
por
algo. Sabemos cuando un hombre ha pecado puesto que él toma el cuerpo
que quiere al sumergirse en la pornografía o visitando a una prostituta.
Pero, ¿cómo luce una mujer al actuar llevada por su lujuria? Ella no
puede obtener el cuerpo que desea tener, ¿entonces que hace? En su
mayoría, su pecado permanece escondido. Sin embargo, quedan a la
vista una serie de señales de su pecado las cuales describiré en primera
persona porque yo también lucho con esto.
Señales de Lucha
Auto-conmiseración
El
primer sentimiento que la lujuria produce en una mujer es la falta de
satisfacción con su propio cuerpo. Hemos comparado nuestro cuerpo con el
de alguien más y salimos perdiendo. Imaginamos a la otra mujer como más
sexy, más segura de sí misma, y mejor que nosotras en todo aspecto.
Esto nos lleva a la auto-conmiseración.
Inseguridad
Sentir
lástima de nosotras mismas nos hace sentir inseguras. Nos sentimos
amenazadas en nuestra propia feminidad y comenzamos a preocuparnos
pensando que nuestro esposo o prometido o novio vaya a encontrar una
nueva mujer mas atractiva. Traspasamos a la
realidad este temor subjetivo. Y porque estoy luchando con lujuria, asumo que el hombre en mi
vida también lo esta, así que una y otra vez pienso que nuestra
relación esta bajo amenaza con cada nueva mujer atractiva que nos
encontramos.
Crítica
Sentimos la
necesidad de humillar otras mujeres. Racionalizamos nuestra propia lucha
al igualar el área de juego en nuestra propia mente. El pensamiento es
el siguiente:
Bueno, ella puede ser muy sexy, pero probablemente no es muy inteligente, o,
Su cabello es perfecto, pero ¡que bueno que no tengo sus piernas! Nunca diríamos nada cruel, pero lo pensamos para hacernos sentir mejor.
Activismo
Si
ninguna de estas cosas nos hacen sentir mejor, nos embarcamos en un
ciclo sin fin de auto-mejoramiento. Sentimos la necesidad de volver a ganar
terreno porque nuestro lugar como número uno ha sido amenazado. Esta
es una forma de hacer obras de justicia con las cuales intentamos probarnos a
nosotras mismas, al mundo a nuestro alrededor, y en últimas incluso a
Dios mismo de que nosotras podemos cambiarnos a nuestra propia imagen, la
perfecta que hemos creado, aquella que tan desesperadamente queremos
obtener. Hacemos nuevas resoluciones dietarias, nuevos y mejores planes
de ejercicio, y compramos nueva ropa y cosméticos para lucir más
atractivas.
Colocando a Dios en el Muelle
Tener lujuria hacia el
cuerpo de otra mujer es un síntoma de una insatisfacción profunda con la
manera en la que nos vemos. Es un asunto de orgullo. Sentimos que
merecemos algo mejor. Cuando era una adolescente luchaba con aceptar mi
cuerpo y todos sus cambios, y mi madre una vez me dijo,
¡El quejarte sobre tu figura es como darle una cachetada a Dios en la cara! Eso verdaderamente llamó mi atención. Mi insatisfacción con mi cuerpo estaba gritándole a Dios en la cara,
¡me hiciste mal!
Pero como mi creador, ¿No tenia él el derecho de hacerme como a él le
placiera? ¿No miró Dios sobre su creación y dijo que era buena? ¿Quien
era yo para contradecirlo? Nuestros cuerpos son importantes para Dios, así que necesitamos cuidar de ellos como buenos administradores. Debemos
comer bien, ejercitarnos con regularidad, y dormir lo suficiente. Sin
embargo, la caída afectó nuestros cuerpos de manera que envejecen, se
arrugan, se cuelgan y eventualmente mueren. Dios conoce este proceso y
en su misericordia, el envió a Jesús a morir en la cruz para revertir
los efectos mortales de la caída.
A través de la
resurrección, Dios nos aseguró que él es capaz y está en el proceso de
hacer todas las cosas nuevas. Pero de manera interesante, Dios trabaja
en renovarnos de adentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro.
"Por
tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va
decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día." (
2 Corintios 4:16 LBLA).
Él comienza con nuestros corazones porque es ahí donde yace el problema
principal, y él escogió adentrarse a esa caverna para irradiar su luz.
Cuando comenzamos a mirar nuestros corazones a través de sus propósitos
redentores, veremos dónde el Espíritu está iniciando el cambio,
trayéndonos al arrepentimiento y dándonos nuevos deseos. El resto de los
efectos de la caída serán vencidos en el día final, y entonces también
recibiremos cuerpos perfectos que estén a la par de nuestros corazones
perfeccionados.
Tal ves esa es la razón por la que él
constantemente nos frustra en nuestros esfuerzos de renovarnos a
nosotras mismas de afuera hacia adentro. Quiere que nos demos cuenta que
estamos hechas para algo mucho mayor. El ser una mujer auto-fabricada
basada en los ideales impuestos por las revistas para mujeres o
compararnos a nosotras mismas con otras mujeres a las que admiramos no
es la meta de Dios para nosotras. ¡Eso es muy pequeño! De hecho, esas
revistas pueden ser tan malas para nuestras almas como la pornografía lo es
para los hombres.
En su lugar, Dios nos cambia en la imagen de Su Hijo, Jesús, el
hombre perfecto. Él desea que experimentemos gozo en la manera en que él
diseñó que fuéramos. Él cumple todos sus propósitos en nosotras. No
desperdiciemos tiempo precioso en tratar de ser alguien más. El estar
satisfechas solo en Dios nos hará a ti y a mi mujeres atractivas e
irresistibles, por dentro y por fuera, porque Su amor brillará a través
de nosotros para que el mundo pueda ver.