Una reflexión sobre cómo responder al enojo...
Cuando los métodos de la Providencia son oscuros e intrincados, y nos hallamos realmente perdidos respecto de lo que Dios está por hacer con nosotros, 'En el mar fue tu camino, Y tus sendas en las muchas aguas; Y tus pisadas no fueron conocidas,' nubes y oscuridad le rodean; un espíritu manso y apacible allana con certeza, de que todas las cosas obrarán para bien para nosotros, si amamos a Dios, aunque no nos podamos apercibir de cómo ni cual sea el camino. Nos enseña a seguir a Dios con una fe implícita, como Abraham hizo cuando salió, no sabiendo 'hacia donde iba,' pero sabiendo muy bien a quien seguía. Heb. XI.8. Nos calma con esto, que lo que hace él · no lo sabemos ahora, sin embargo · lo sabremos después,' Juan XIII.7. Cuando el pobre Job fue reducido a esa triste sumisión, que él no pudo rastrear las huellas de la divina providencia, sino que casi se pierde en aquel laberinto (Job XXIII. 8,9.) cuán calladamente se sentó él, vers.10, con éste pensamiento, 'Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro.'
2. Ahí hay mansedumbre hacia nuestros hermanos, hacia todos los hombres, (Tito. III.2.) y así lo definimos. La mansedumbre es especialmente versada acerca de los afectos del enojo, no para extirparlos completamente y erradicarlos fuera del alma; [Cuando de apagar un carbón hay algunas veces la ocasión, aún en el altar de Dios, y de despuntar el borde aun de nuestras armas espirituales, con las que tenemos que cargar en nuestra guerra espiritual;] sino que más bien su oficio es dirigir y gobernar este afecto, de manera que nos enojemos y no pequemos,' Efesios. IV.26.
—Matthew Henry “Mansedumbre y Un Espíritu Apacible”
2. Ahí hay mansedumbre hacia nuestros hermanos, hacia todos los hombres, (Tito. III.2.) y así lo definimos. La mansedumbre es especialmente versada acerca de los afectos del enojo, no para extirparlos completamente y erradicarlos fuera del alma; [Cuando de apagar un carbón hay algunas veces la ocasión, aún en el altar de Dios, y de despuntar el borde aun de nuestras armas espirituales, con las que tenemos que cargar en nuestra guerra espiritual;] sino que más bien su oficio es dirigir y gobernar este afecto, de manera que nos enojemos y no pequemos,' Efesios. IV.26.
—Matthew Henry “Mansedumbre y Un Espíritu Apacible”
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