viernes, 24 de diciembre de 2010

¡GLORIOSA ES LA HISTORIA!



¡GLORIOSA ES LA HISTORIA!

Resuena el eco indeleble de la esperanza que el Padre ha concedido
A todo aquel que rendido viene a los pies del Hijo, divino Salvador, Enmanuel.
Estimar la vida por encima de Su misericordia no podrá quien pretende a él venir.
Malvados y oscuros somos, nuestros pies al Seol quieren ir.
Hemos odiado a quien nos hizo, hemos violado Su perfecta ley,
no existe esperanza alguna para quien en sí mismo pretenda vencer.
Pecados y culpas inundan nuestro ser, sumida en miseria está toda la creación,
¿Y no vengará Dios Su nombre de una vil raza que le menospreció?
¿Cómo Dios pudo Su justicia satisfacer,
y al mismo tiempo Su misericordia conceder?
Oh! El Hijo Amado, la misma esencia de Su ser,
¡Aquel que ha creado todo cuanto podemos y no podemos ver!
Que inmenso amor nos ha mostrado al obedecer al Padre,
al interceder por odiosos enemigos movido por misericordia sin fin.
Despojado de Su gloria eterna, una misión vino a cumplir,
reconciliar a Si mismo una generación que al infierno merece ir.
No escatimó precio, no buscó honra, sufrió muerte vergonzosa.
¡Los que vino a salvar le aborrecieron,
hicieron burla de Él y le escarnecieron!
Pero en la cruz martirizante, llevando sobre sí todo nuestro mal,
con sus enemigos a sus pies, agonizante exclamó
¡Padre perdónalos, no saben lo que hacen!

¡Oh! ¡Cuan gloriosa Historia!

Al tercer día resucitó, venció la muerte y las cadenas rompió, glorioso al Cielo ascendió.
La promesa de Su Espíritu nos consoló,
la proclamación de Su venida nos encargó eternal comisión.
¿Acaso podría alguno que le ha visto, olvidarle así,
siguiendo el mundano sendero por el cual van quienes le aborrecieron?
Una vida como ésta no podemos con nuestro intelecto imitar,
tampoco lo que hacemos podrá al Maestro igualar.
No queramos cómo el mundo venir a Él sólo por pan,
buscarle por milagros que una vida nueva no puede dar.
El malvado labra su definitivo camino infernal,
codiciando hasta la tumba sin que su carne se pueda saciar.
¡¿Quién es el insensato que escuchando al Maestro hablar,
rasca sus oídos fastidiados y dirige sus ojos hacia el mal?!
¡Miserable demonio! No tiene excusa allí, al Padre conoció, al Hijo vio
pero su corazón codicioso y vil, orgulloso y profano le traicionó.
¡Oh Criaturas insensatas! ¡No os atreváis a levantar la voz
ni por un momento maldigáis el Santo Nombre de mi Salvador!
Justamente al Infierno habrán de parar,
todos cuantos voluntarios siguieron el presuntuoso ejemplo de Satán.
Y tú que le has oído hablar también,
¿No se conmueve tu espíritu, no se derrama tu corazón tras él?
¿Cómo dices que le conoces y que como él quieres ser?
Si amas tanto tus caminos y el control no le quieres ceder.
¿Cómo dices que le conoces y que has caminado con él?
Si tu vida has amado hasta la muerte y has aborrecido la santa cruz que te dejó Él.
No hay manera alguna de al cielo llegar,
ni de ser librado de la culpa que carcome sin parar.
¡No pienses ni por un segundo que tu cruz puedes soltar
e intentar llegar al Cielo sin tener a Cristo en tu mirar!
Cesa ya de glorias desear,
¡deja al mundo en su vanagloria, que su condenación escrita ya está!

¡No seáis insensatos, buscad lo celestial,
llenad vuestras almas de Mi Palabra,
Saciad vuestra sed de mi Infinito manantial!
No quien corre llegará, ni el que acumula para sí tendrá,
sólo aquel que en lo secreto de Mi morada ha aprendido a habitar.

No digas que le conoces, si Su voz no has aprendido a escuchar,
diariamente en el silencio donde Su luz brilla, revelando todo indicio de maldad.
Ven a Él tal cual eres, deja atrás toda apariencia de piedad,
El puede verte por completo y aún así anhela que a Sus atrios quieras entrar.
¡Oh el Hijo ha abierto el camino para que dulcemente podamos morar,
a los pies del Santísimo que digno es de cada suspirar.

¡Ven a él confiadamente, pues ya Cristo pagó por ti,
No hay culpa imputada sobre el alma que ha creído,
indignos somos, pero libre entrada tenemos en él por fin!

¡Ven conmigo y bebamos de la fuente de Vida Eterna que es él!
Abraza sus promesas y no sueltes la cruz,
ambas son iguales, preciosos tesoros en Jesús.
No pretendas ser como el Maestro sin sus pasos seguir,
sin estar en Su secreto y tu vida por completo rendir.

¡Ven! Y esperemos Su pronta venida, unidos en santidad,
movidos por su Espíritu a una vida de piedad.
¡Honremos al Padre Celestial, que a Su Hijo entregó,
exaltemos Su Santo Nombre en toda la Creación!
¡Unámonos al coro angelical y cantemos gloria sin cesar!
Oh ¡Gloria en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad!

~ Karen Villarreal

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