martes, 12 de junio de 2012

Se Suponia Que Hoy Sería Mi Boda



Por M.Connor

 Mayo 26, 2012. Se suponía que seria una gran ocasión, el día en que yo caminaría hacia el altar en el vestido de novia de mi madre, con peonías en mi mano, mi mejor amiga a mi lado, familia y amigos observando llenos de gozo. Se suponía que sería el día en que yo comenzaría un nuevo capitulo, el día de mis sueños finalmente se haría realidad. Poco me imaginaba yo que Dios tendría otros planes.

Nos conocimos en el invierno del 2010-- eso es, yo y Dios. Él siempre tuvo sus ojos puestos sobre mí, pero yo vagamente sabía quien era él. Tan pronto como comencé a pasar tiempo con él, nuestra relación floreció en algo especial. Él se preocupaba por mí y me amaba como ningún otro. Él llenó un gran vacío en mi corazón.

Así fue como conocí a Dios. También es como llegué a conocer al hombre con el cual creí que me casaría.

La relación comenzó como muchas otras, siguiendo expectativas culturales en lugar del diseño de Dios.
Citas, sexo, noches juntos, encuentros con los padres, integración de nuestras mascotas (él, un perro; yo, dos gatos). Luego de 10 meses, en una tarde nevada de Domingo en frente del lugar donde por primera vez nos conocimos, él me pidió que fuera su esposa. En verdad fue muy romántico. Hasta un extraño que pasaba nos gritó ‘felicidades’ desde la ventana de su carro. 

Yo estaba emocionada de estar comprometida--de finalmente dirigirme hacia el matrimonio--pero algo no se sentía del todo bien. Yo percibía una resistencia en mi corazón, como si no estuviera segura sobre algo. Pero él era un buen chico--la edad perfecta, atractivo, divertido, buena persona, de una familia decente. ¿Qué más quiere una mujer?
Así que decidí avanzar. Aun cuando acababa de comprar mi propia casa, la entregué y me mudé con él un día de primavera en Marzo. Todos tienen que hacer sacrificios por amor, yo razoné. Ahí es donde terminaremos de todas formas. ¿Porqué no comenzar ahora? Al principio, era emocionante y se sentía como la mejor decisión. Pero una diferente historia pronto salió a la luz. 

Luego de algunos meses viviendo juntos, Dios sacudió las cosas. Yo acepté una oportunidad de trabajo asombrosa en otro estado, así que dejamos atrás la casa que acabábamos de remodelar y manejamos a través del país (con mascotas a bordo) para comenzar nuestra vida lejos de casa, familia, amigos, e iglesia. 

Poco después de habernos instalado, una amiga del trabajo me recomendó que visitáramos una nueva pequeña iglesia Presbiteriana en el área. Yo estaba un poco recelosa, puesto que recientemente había sido bautizada en una iglesia no-denominacional, pero estuve de acuerdo en darle un vistazo de todas formas. Inmediatamente me encantó y sentí que ésta podría ser mi iglesia local. En mi segunda visita, llené una tarjeta de visitante, que hacia algunas preguntas acerca de cómo me gustaría involucrarme. ¿Quería unirme a un grupo particular? ¿Ser parte de un equipo ministerial? ¿Tomar café con el pastor? El café sonaba bien. Marqué esa casilla. Mas tarde esa semana, el pastor me escribió un correo electrónico, preguntando cuando quería tener la reunión. Que gran oportunidad para poder conocerlo y aprender más sobre la iglesia, pensé. Quizás él hasta esté dispuesto a oficiar nuestra boda en pocos meses. Mis altas expectativas se tornaron en frustración cuando le mencioné la posibilidad a mi prometido. "¿Café? ¿Con un pastor?" él preguntó. "Uy no. Eso es demasiado raro." 

Luego de semanas de obligarlo, de orar, de esperar, y de rogarle, él finalmente accedió. Sin embargo nuestras discusiones sobre el asunto continuaron---aun mientras caminábamos juntos hacia la puerta de la casa del pastor. A pesar de todo, yo lo disfruté y esperaba ansiosa una oportunidad de conversar con el pastor y su esposa nuevamente. Yo podía imaginarlos a ellos siendo nuestros amigos--una pareja que podría ayudarnos como guía en nuestro matrimonio y a acercarnos más Dios.

Antes de poder casarnos, la iglesia nos pidió que completáramos una seria de sesiones de consejería, así que acomodamos una hora para encontrarnos con nuestro nuevo pastor. Él nos recomendó que comenzáramos a leer el libro “Cuando Pecadores Dicen: Acepto” de Dave Harvey. Lo pedí por internet, junto al libro de Tim y Kathy Keller, “El Significado del Matrimonio” (The Meaning of Marriage.) Y en mi determinación de ser la mejor esposa Cristiana que pudiera ser, también compré una copia del libro de Carolyn Mahaney “Atractivo Femenino” (Feminine Appeal.)  Yo creía que estos libros nos ayudarían a estar listos para uno de los pasos más importantes que íbamos a tomar. 

Y ayudaron, pero en una forma que yo no esperaba. 

Mientras comencé a leer el libro de Harvey, el primer capítulo me dejó fría. Él explicó que la fe es la parte más importante de un matrimonio. ¿Fe? ¿En Serio? Aunque ahora yo era Cristiana, nunca había considerado éste punto antes. Harvey explica que la fe es como el primer botón de una camisa--si te equivocas en ese, lo demás no va a estar en línea.
Comencé a considerar cómo ésta idea se materializó en el episodio en que visitamos la casa del pastor, sin mencionar la tarea semanal de rogarle a mi prometido que fuera a la iglesia, tratando de convencerlo de que asistiera a un estudio Bíblico, y pidiéndole que se acordara de orar antes de la cena. ¿Se supone que sea así de difícil? 

No, no es así, eso lo aprendí de Harvey, Keller, y de mi pastor. Comencé a darme cuenta de que tal como mi forma de pensar sobre el sexo había sido manchada viéndolo como un prerrequisito para el amor, también había tenido la idea equivocada sobre los rasgos más importantes en un matrimonio. Mientras continuaba leyendo y hablando con otros Cristianos, nadie me dijo que era una buena idea que me casara con alguien que tenia una cosmovisión diferente. En otras palabras, yo había llegado a amar a Jesús y a tomar mis decisiones basadas en Él; mi prometido no. Esa discrepancia se convirtió en veneno en nuestra relación--levemente notoria al principio pero eventualmente corrompiendo casi todo aspecto de nuestras vidas. Mientras me acercaba más a Dios, me alejaba más de la idea de quererme casar con alguien que no tuviera una relación con Él.

La enseñanza de Keller sobre Efesios 5 me ayudó a aclarar lo que yo estaba descubriendo. Efesios 5:25-27 dice:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 

Gracias a Dios, su Espíritu Santo me habló en un día de semana a comienzos de Enero cuando mi amiga abrió la Biblia en este pasaje y me mostró la verdad. Entendí que Dios desea que el matrimonio imite el amor desinteresado de Jesús por su pueblo. Yo estaba asombrada. ¿Mi esposo está supuesto a guiarme más cerca de Dios? Inmediatamente rompí en llanto. Seguí estudiando, tratando de entender cómo fue que llegué a estar tan desfasada. "Él es un buen hombre," argüí. "Sí, ¿pero es él Cristiano?" la gente me preguntaba en respuesta. "¿Pero si lo dejo, no estaré yendo en contra de lo que Dios dice, sobre amar al incrédulo?" Sorpresivamente, no. Yo aún no estaba casada. No había hecho un compromiso con él delante de Dios. No estaba ligada a él. Por mucho que doliera decir adiós, yo sabía que ésta no era la relación que Dios deseaba para mí. Él me prometía mucho más, y yo no iba a encontrarlo en un matrimonio con un incrédulo. 

Mientras esta devastadora comprensión fue asimilada, comenzamos el proceso de desamarrar nuestras vidas. Y en cuestión de semanas, mi ex-prometido se dirigió de vuelta a su hogar con sus pertenencias, incluyendo el perro al que yo había aprendido a querer, y todas mis esperanzas y sueños de toda una vida de felicidad juntos. Ambos sabíamos que él tenía que encontrar a Dios en sus propios términos, a su manera. 

¿Quién hubiera imaginado que el simple hecho de marcar una casilla en un formulario de iglesia terminaría  eventualmente en un corazón roto, perdida financiera, y una soltería no deseada? Aunque es difícil y triste, Dios estuvo ahí en cada paso del camino. Él estuvo ahí en la simple manera en la que terminó, a pesar de que nuestras vidas estaban ligadas casi en todo. Él estuvo ahí en el apoyo y amor que nuestra familia y amigos proveyeron. Él estuvo allí para darme una sensación de paz que trasciende todo conocimiento. Dejada a mis expensas, roturas previas me habían noqueado y dejado en los puntos más bajos de mi vida. Pero ésta ves, con más camino recorrido en la relación que en ocasiones anteriores, yo me encontré verdaderamente bien. Yo creo que la obediencia a Dios hizo la diferencia. Aunque duela mucho, Dios siempre está ahí para recoger los pedazos. 

El matrimonio y una familia siguen siendo las dos cosas que mas quiero en la vida, pero sé que están en el control de Dios--no el mio. Antes de conocer a Dios, traté de controlar mi vida relacional al tomar decisiones pobres y sacrificios que dieron poco resultado. Ahora, encuentro realización en Dios, Él es mi roca, el único que merece mi amor y atención. Aunque ha sido una lucha diaria confiarle a Él las cosas que mas me importan, él me ha comprobado que me busca a mí. Dejo mi futuro en sus manos.


Publicado originalmente en ingles el 26 de Mayo en: TheGospelCoalition, como:.Today Was Supposed to Be My Wedding Day  escrito por M.Connor